Telón Inclusión estrena su espectáculo veraniego 'Tenemos que hablar', un tributo a las artes de la persuasión

El estreno del nuevo espectáculo de Telón ha tenido lugar en los escenarios de Aires de Cádiz.

 Por José García


La compañía de teatro Telón Cádiz Inclusión, asidua en hacer de la locura comedia y de la tragedia ilusión, ha estrenado su nuevo espectáculo Tenemos que hablar, en el hermoso patio amurallado de la asociación cultural Aires de de Cádiz. Una apuesta que combina tres piezas teatrales que nos advierten de la palabra como instrumento de persuasión: La alabardera y el rey, versión libre de la obra de José Luis Alonso de Santos La reina y el alabardero; Las uvas de mi suerte, del director de cine de origen italovenezolano Jhon Petrizzeli; y Primer simposio Trans-nacional de la lengua espaÑola -con eñe-ya era hora ¡oño!, una pieza que es en realidad un "enchambelado" entre un texto del propio director de Telón, Pedro López Raya, y otro preexistente, Lo que no son pesetas son puñetas, de Carlos Etxeba.

El elenco de la compañía, compuesto en su mayoría por personas con neurodiversidad, nos muestra la enorme resiliencia del género humano, con un proyecto que lleva ya quince años sobre sus espaldas y que sobrevive por la capacidad de sus actores y actrices de adaptarse a las circunstancias de su propia vida y de la compañía en sí. Tuve la oportunidad de ver una versión inicial de La alabardera y el rey cuando daba clases de teatro para el alumnado de la Escuela de Arte de Cádiz. Entonces el protagonista era Juan Oncala y, en esta ocasión, ha sido el propio Pedro L. Raya.  Ahora, la caricatura de la monarquía que subyace en el montaje de la obra se nos presenta como la encarnación del 'rey campechano' pero en versión 'amariconada', lo que añade hilaridad a la propia pantomima.

Manuel Gutiérrez 'Guti' hace doblete como el protagonista del monólogo Las uvas de mi suerte y como el Trump (Tirititrump) que irrumpe en el simposio de la lengua española con ñ, una pieza llena de gaditanismos en su versación y que es todo un canto al poder de la palabra, que no es solo poder de designar cuando nos rodea sino también poder de producir y modelar aquello mismo que dice designar.

Por eso su instrumentalización con fines artísticos y de divertimento debe ser hoy patrimonio de todes.


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